Vivir sin esperar milagros. Crear sin que te lo financien. Existir igual.
No tengo cinco de oro.
No tengo inversores.
No tengo certezas.
Tengo este cuerpo cansado, estas ideas que no se frenan, y una necesidad real de hacer algo que tenga sentido.
Y aunque a veces me abruma no saber qué hacer, sé que no puedo seguir esperando que algo mágico me salve. Porque si hay algo que aprendí en este tiempo es que nadie te regala propósito. Lo construís con lo que haya —aunque hoy solo haya películas, harina y una voluntad frágil.
🛌 ¿Qué hago cuando no sé qué hacer?
Me acuesto.
Miro una película.
Frego parte de la cocina.
Cocino tortas fritas al sartén, sin grasa, porque me alcanza para eso.
Y mientras tanto, se me ocurre algo como TuIAemocional.
Y mientras tanto, pienso en cómo convertir ImpulsoLocal en blog humano.
Y mientras tanto… estoy.
🌱 No es productividad. Es resistencia suave.
Sé que no es el avance que todos esperan.
Sé que no se ve como un emprendimiento escalable.
Pero esto que estoy haciendo desde mi cama, desde la cocina, desde la tristeza… es construir igual.
Porque aunque no tengo recursos, tengo lenguaje.
Y aunque no tengo claridad, tengo intuición.
Y aunque no tengo resultados, tengo una causa que cada día se vuelve más real.
Esta es mi trinchera. Desde donde le digo al mundo: no tengo plata, pero tengo propósito. Y estoy aprendiendo a sostenerlo sin castigarme por no tener más que esto.
Gracias por leer.
Gracias por acompañar.
Gracias por entender que esto también es estar haciendo algo.
Jonathan